Nuestras vidas se alcanzan, se confunden,
intercambian sollozos, besos, sueños,
pero andamos a leguas uno del otro,
tal vez en siglos diferentes,
en dos planetas errantes que se buscan
cansados de no verse.
Eugenio Montejo
Perturbada por tu silencio bajo una imagen desconocida como un pedacito de oscuridad que no reconoce mis manos.
Te sueño, descubro el velo de tus secretos y deshago tu ropa como una polilla hambrienta. A la altura de tus ojos olvido que sos la persona que sos y atravieso la noche desconcertada, aturdida, con una voz que arde y enciende las promesas de lo inexistente.
El cielo anda apurado, por detrás de tus ojos, confundiendo la belleza con lo imposible. Me temo no poder olvidar ni borrar la tarde en que nunca fuimos lo que imaginamos. Me salpica el verde de las ventanas cuando miro esos paisajes, y te imagino, parada en medio de esos prados aguardando que un pintor talentoso te dibuje una sonrisa.
Vos sos la manera de mirar al mundo de frente y yo la esquina que gira con mi cuerpo de la mano.
Tal vez una vida no sea suficiente para convertir un error en coraje y acá estemos, en cada vértice del planeta sin jamás volver a juntarnos. La tierra murmura tu nombre y yo lo aplasto en cada pisada, no porque quiera callarlo sino porque me hieren tus letras…
Mientras tanto llueve, acá en Tigre, donde Buenos Aires deposita sus lágrimas para fundar todos los ríos posibles.