31 de octubre de 2010

"El guardián entre el centeno (D.J. Salinger)

¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir? (...) Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura".


Te gusta insinuar, no decir todo de golpe ni beber las copas de un trago, te gustan los espacios en blanco y aquello que no todos ven. Esconderte dejando pistas y dejarte borrar por la lluvia…como si el agua se deshiciera de vos.
Te gustan las salidas de emergencia, los bomberos voluntarios y el ejército de salvación. A veces te gusta lo que te asusta y si medís la distancia hasta la duda, elegís seguridad…deberías arriesgarte más allá de tus zapatos
De lo que te asusta...
Te asusta el dolor de tus ojos marrones, de la piel exterior el silencio y del sexo ligero la liviandad. Escapar y que no te busquen, derramar y que no se vuelque o iniciar ese viaje interior lleno de esquinas…y aturdirte con el primer latido del corazón. Te asusta el cedro azul de tu infancia, los abrazos tibios sin abrigo y la vez que lo imposible no pudo ser más.
Pero hay algo cierto
No te gustaría morir sin antes gritarle al mundo
Que te conmueve el exceso de luna ingresando a mendrugos por tu ventana.



23 de octubre de 2010


Qué es lo que más detesta del mundo? Las pasiones menores y vergonzosas; esa hermana despreciable de la prudencia que es la cobardía.
Sabato




¿Te acordás? Estábamos en otoño, fuera de temporada y vimos la vida caer.
como la vez que me regalaste el obelisco y yo preferí dejarlo por miedo a trasladarlo y que se marchite en mi jardín.
Tus regalos eran una alternativa más que suficiente para seguir creyendo en el amor. Ese bosque de pájaros descalzos, o la vez que dibujaste mariposas haciéndome creer que se volaron luego que una lluvia las borró.
Lo cierto es que soltaste mi mano y yo no tuve a donde ir. Algún día me crecerá una hélice entre medio de mi cabello y daré vueltas por el cielo hasta perderme. O aprenderé a olvidarte que es casi lo mismo a girar sin recordar. Después de vos nada me sorprende, la vida tiene un as en la manga que seguro será mi segunda oportunidad de volver a mirarte a los ojos. La última vez que lo hice bajaste la mirada mientras me jurabas que los dichos no son más que habladurías.
No sé como hacer para ponerme a salvo, desde que dejé de creerte todo lo posible se vuelve dudoso. Peligroso, como el abismo del artificio que produce acantilados frente al mar. Y aun estando equipada no sabré trepar sin resbalarme.
No son todas cosas tristes. Me queda tu capa de mago, tus zapatos marrones, tu violín sin arco y la noche que acudiste al kiosco para traerme chocolates de menta.


Mientras tanto…
anhelo la primavera a través de la ventana
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15 de octubre de 2010

Después... ¿qué importa el después?
Toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado,
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.
Tango, Naranjo en flor.
Homero Expósito
Virgilio Expósito



Querés trepar la pared que enjabonó tu amigo el día que te negaste a darle una mano, y la fe, que cayó de la baranda por tanto hacerla esperar en el balcón.
Sos cobarde, pintaste el muro con frases que jamás te atreverías a ejecutar, y no me digas que hacés bandera con la misma tela que te limpiás el trasero. No te das cuenta que ya ni podés mover las alas por miedo a dar con la cara de tu propia verdad. Sos un monigote mal cosido, que pierde alpiste, para que los pájaros más vivos vengan a comerte. A ver si te avivás, que con esas botas rotas no se trepan los tejados, y el orgullo que te apura, te va amurando los brazos y no mas que un par de besos de alguna que fue al baño y te rozó. Dejá de ser maleta, sos un exilio permanente que no para de correr, y es abominable verte entregar hasta los puchos por un par de locos que te hagan reír. Tardaste en resolver, y cuando lo hiciste, sólo un instante para fallar. Prendiste muchas luces y a cada santo una vela para que las minas te vieran como un ganador y hasta te hiciste el malevo realzando entre mesas tu porte varonil. Pero ni por guapo te animaste con tu historia, y el día que la enfrentaste le metiste un puñetazo y otra vez para el cajón.
Vivís en pasado, como un verbo mal conjugado, olvidando hasta las reglas que te salven del dolor, y de las cuentas que nunca te cierran, le debés hasta tu viejo, los años que nunca aportó.

7 de octubre de 2010

... Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Julio Cortázar

Como una botella de vino ella se dejó destapar con un cuidado sublime y majestuoso.
Un contenido precoz del color de las uvas y un sabor azucarado… pero diferente.
Un corazón elaborado con el tiempo y un cuerpo estacionado en un equilibrio justo de textura y acidez.
Un aroma exacto entre las ganas de rozar sus pechos y el deseo de dormir a su lado.
Una cepa tierna afectada por un clima favorable de sábanas enmarañadas y deshechas.
Junto a la cama, un racimo de besos recién hechos. Redondos, perfectos.
Una plantación infinita a los ojos, un color exacto a la luz y una boca húmeda en permanente contacto con la tierra.
Pero en el fondo de la copa, donde por fin los secretos se revelan, la chica de uva lloró. Lágrimas como zarcillos atravesaron ilusiones, tal vez porque jamás volvieron a verse. Sólo se trataba de un trago.

Ella lo supo, y pese a todo, se dejó beber hasta la última gota.
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1 de octubre de 2010

Y llegó el día en que el riesgo que corría por quedarse dentro del capullo era más doloroso que el riesgo que corría por florecer.
Anais Nin

Pegué un grito al cielo y cayeron 3 vuelos sin ave
Eso pasó porque el grito fue de repente y no hubo tiempo de pájaros.
Aquel día decidí comprar un reloj de círculos cerrados, esos que repiten las horas, una y otra vez, en la situación que uno elija.
Al principio todo funcionaba.
La emoción era la emoción y el instante era ese instante que junto con la emoción hacían que siempre volviera a suceder lo mismo.
El tema fue que a la vez numero cien de repetir la misma historia, ya se había consumido la magia, perdido el hechizo y abandonado el encanto.
Esa tarde aprendí que no es bueno perpetuar las cosas,
ni siquiera los instantes que nos hacen felices.
Así que tomé el reloj, abrí los círculos cerrados, liberé los minutos y me eché a vivir sin forzar al tiempo, sin hacer atajos, sin crear rutinas...
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