27 de octubre de 2013

"Vivir e inventar. Lo intenté. Debí intentarlo. Inventar. No es la palabra. Vivir tampoco. No importa. Lo intenté. Mientras la gran fiera de la seriedad se paseaba en mi interior, rabiando, rompiendo, desgarrándome. Lo hice. Completamente solo, bien escondido, me echaba faroles, a solas, durante horas, inmóvil, a veces en pie, como si me hubieran embrujado, gimiendo."
Samuel Beckett



Se pierden las cosechas, se desparrama tu tiempo como un reloj de arena averiado.
La vida pasa a ser ese eco que te recuerda cada noche que no deberías estar ahí. Y entre tanto que insistís, porque todos algunas vez insistimos, los  segundos se suman como una  torre gigante de andamios. Te sobran motivos , te faltan agallas, el entorno te resuelve y te revuelve mientras girás en un mundo ahogándote de excusas. De la lastima a lo cierto se confunden tus manos en un cuerpo sin formato, pero vos estas ahí, a los pies de una cama, esperando… que se duerma... para llorar hacia adentro en ese interior secreto con salida al mar. Y soñás descalza y pisás la playa mientras vuelan las gaviotas que envidiás, y en esa libertad de los pájaros te preguntas si será posible, como si posible, fuera algo que debiera ser permitido.