26 de febrero de 2011

Yo también acepto creer que todo aquí es dulce
Que estoy en mi casa, que el día será hermoso.
Pero justo al pie de la cama está esa araña
(a causa del jardín) que no he pisoteado
bastante, y se diría que aún fabrica
la trampa que espera a mi frágil fantasma...

Philippe Jaccottet



Se que no te elegí, no me preguntes de que se trata la vida cuando el camino gira hacia el otro costado.
Pudo ser todo. Desde las tardes sumisas a orillas de un río a la bestialidad de las olas del mar. Lo más duro fue abrazarte sabiendo que me alejaba. Quien sabe si entre tu sudor y mi cuerpo no se guarda un minuto para entenderlo. De momento sigo con mis vueltas de caracol, grabando sonidos que confirmen mi existencia, sintiendo la amenaza de tu voz, creyendo que podría haber sido, quien sabe, tal vez una vuelta de copas.
Nunca pudiste cambiar ese paisaje que casi termina por deshacernos. Sé que tejo una red para enmarañarte, no me juzgues por eso, no es un juego de niños, ni una maniobra de pescadores, son las trampas de mi mente que me hacen tambalear.
No sé de qué forma quererte, tal vez de esa forma que se va adaptando a mis carencias volviéndome egoísta, tal vez de la forma en que nada busco o tal vez de la forma sin forma que ni siquiera puedo aclarar. Recuerdo la música que un día te regalé sabiendo que nunca dejarías de escucharla. Esos discos de vinilos que dan vueltas al pasado remarcando imperfecciones. De eso se trata. De vos y de mí. De los errores que cometimos y nunca reparamos. De la vida que nos conecta sin terminar de ensamblarnos. Me pregunto si todas las historias tienen salida al mar.
No quise jurarte nada, ni crearte un cardumen con peces de colores, sólo advertí una cueva y me refugié. No quise enamorarte mientras nuestras manos discutían lo contrario.
Es increíble como la vida puede leerse a través de tus ojos, de las veces que supe de mí por vos, del día en que todo tambaleó y vos supiste auxiliarme. Claro que hablo de amor, no de ese que se revuelca en tu cama mientras los pájaros aguardan baladas, me refiero al otro, a ese que va más allá del erotismo. Como la vez que q llorabas porque el mundo era demasiado ancho y yo te lo ajusté para que pudieras abrazarlo.

Dejáme creer que la distancia es un hospital de corazones rotos esperando el alta...y que volverás, como siempre, para consagrar nuestra amistad.



17 de febrero de 2011

Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras nuestras vidas continúan; nos volvemos cada vez más opacos; más y más conscientes de nuestra propia incoherencia.

Paul Auster


Me atreví a realizar una caminata por el interior de mi mente. Al principio no supe que era yo. Jamás imaginé tantos laberintos ni pasadizos secretos que conducían a mi propia intimidad. Por eso salí de inmediato, tenía una noción más simple de mi interior, y encontrarme en ese contexto, por instantes sombrío, me intimidó.
Pasaron los días hasta volver a intentarlo. Primero un pie, una pierna, luego un par de ojos y de repente todo mi cuerpo parado frente a mí.
No me intrigaron los espacios con luz, ni las risas de fondo, ni los recuerdos dormidos, ni las esperanzas en danza. Me intrigaron los túneles angostos, los llantos silenciosos, los gritos apretados, las fuerzas apagadas.
Ya llevo cinco días recorriéndome. Sé algo más sobre mí. Logré prender varios faroles y decorar espacios abandonados.
A las ganas remolonas conseguí persuadirlas con un final de aplausos. A los recuerdos dormidos los dejé descansar -eventualmente incluí una campanita por si despertaban-
Ahuyenté los malos espíritus, silencié zumbidos de culpa y ordené los miedos hasta ocuparme. Eso sí, no me atreví con la puerta del fondo. Sé que será pronto, para ese día llevo una suelta de globos y una canasta con flores.
A veces creo que no se trata de mí. Otras me reconozco girando una rueda mágica al azar. Para esos momentos en que me pierdo, cierro los ojos, me ovillo y a fuerza de fotografías descubro, desde mi niñez hasta hoy, una pequeña ventana para seguir espiando mis adentros.

6 de febrero de 2011

"Conmigo no tienes que fingir. No tienes que decir nada. Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar los labios y soplar. Acudiré a tu llamada. Conmigo no tienes que actuar. No tienes que decir nada, ni tampoco hacer nada. Nada en absoluto, o quizá sólo silbar..."
Federico Moccia

La tierra gira a la velocidad en que tu mano envuelve la mía y la temperatura del mundo es el roce de tus dedos con mi piel.
Te preguntarás por el resto, yo prefiero ajustarme a tus brazos y pensar en lo breve del milagro.
Qué es la vida sino un eterno truco de magia en el cual decidimos caer. Y yo decidí caer… al tiempo en que las paredes se van abriendo a tus ojos.
Sigue tu nombre en mi garganta y te nombro y te sigo, y tu cara se vuelve para concederme una sonrisa.
Hace muchos años que compartimos este lado infinito del universo, mientras seguimos a los pies de esta vida sin perder el rastro.


Para esos días en que no nos soportamos, en que los espacios se achican, las miradas se endurecen, las palabras se afirman, la paciencia se agota…para esos días en que discutimos porque sólo queda discutir, no te olvides que la tierra gira a la velocidad en que tu mano envuelve la mía.


¿Y qué es el amor sino un gigante otoño que se va desprendiendo de lo innecesario?