4 de febrero de 2012

Ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
A. Pizarnik

Te busco para ver si sigue existiendo la magia. Para descubrir una caricia en la punta misma del cielo cuando tus manos tocan el violín y la vida empieza cada mañana.
Te miro para ordenar los sentimientos por colores, como esos calcetines que cuelgan de la soga como reos culpables al sol.
A veces me intriga como es eso de arrojar notas al aire. Presumo que la lluvia ,cada tanto, borrará las pasiones de todos los violines del universo (al igual que una papelera de reciclaje) para volver a poblar el cielo de lágrimas o emociones.
Sé que tus manos son dos razones más que suficientes para volver a creer en Dios. Y mientras el mundo discute las guerras yo cierro los ojos para escucharte. Me pregunto a quien de los dos construyó el Luthier, si con sus manos hizo tus ojos o con sus ojos imaginó las curvas del instrumento. De los arcos que poblaron el mundo hubo uno que rompió tu corazón, la misma noche que arrojaste tu alma en aquel cuerpo de madera.
Me duermo en el intervalo en que afinas tu violín…sueño con un otoño lento desprendiéndose de lo innecesario y mientras cierro los ojos escucho frotar las cuerdas y agradezco. Agradezco que exista una niña, que con su violin, haga temblar a las flores.

El viento las despeina. Ella las hace temblar.