19 de enero de 2010


Paul Auster

La habitación cerrada, de Trilogía de Nueva York (fragmento)

" Vagabundeé mentalmente durante varias semanas, buscando la manera de empezar. Toda vida es inexplicable me repetía. Por muchos hechos que cuenten; por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado. Decir que fulanito nació aquí y fue allá; que hizo esto y aquello, que se casó con esta mujer y tuvo estos hijos, que vivió, que murió, que dejo tras sí estos libros o esta batalla o ese puente, nada de eso nos dice mucho. Todos queremos que nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños. Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras y para hacer esto sustituimos a la persona del relato, fingiendo que podemos entenderle porque nos entendemos a nosotros mismos. Esto es una superchería. Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras nuestras vidas continúan; nos volvemos cada vez más opacos; más y más conscientes de nuestra propia incoherencia. Nadie puede cruzar la frontera que lo separa del otro por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a si mismo. "

6 comentarios:

  1. QUE BUENO!!!!!!!!! TOTALMENTE DE ACUERDO. No sé que dirán los psicólogos...
    Esta historia yo la dividiría en dos partes, la primera es magnífica porque no hay nada más cierto que la gran distancia existente entre lo contado y lo sucedido, entre lo que el escritor cuenta y lo que uno lee, entre lo que el autor escribe y lo que el mismo autor quiere contar. En este último aspecto creo humildemente que cuanto más se acerque el relato a lo que se quiere relatar mejor es el escritor.
    Paul Auster para mí, es uno de los pocos que sabe poner en palabras miles de sensaciones que muchos de nosotros sentimos y que nunca supimos describir... En fin, podría delirarme mucho más pero me parece que ya aburre...
    Por último en cuanto a la segunda parte, me hizo acordar a Sábato con su Tunel y su encontrarse a través de la "ventanita". El entender que vivimos en mundos diferentes, aunque en el mismo planeta. Y esos mundos sólo interactúan brevemente a través de una "mísera ventanita" Y aún Auster lo completa para mayor regocijo al menos mío, diciendo que nadie puede tener acceso a sí mismo.
    Siempre me pareció tan difícil afrontar la distancia que nos separa de la persona con la que interactuamos, porque no siempre se juega con las mismas reglas, porque no sé si el otro conoce siquiera las reglas.

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  2. Hola, te devuelvo la visita. Encantado de pasear por aquí. Saludos, delamata67

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  3. Ese sí que es un libro para no dejar de leer. Excelente tu elección!!!!!!!!!

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  4. Perdón, me equivoqué de lugar

    Quiero hablar de Auster...creo que nos gusta porque tiene mucho que ver con Borges. Si hay una línea para revisar sus antecedentes literarios (o influencias) creo que es esa. Si Borges hubiese escrito novelas serían parecidas a las de paul auster,creo. Hay una reflexión constante sobre temas universales y un planteo que se puede considerar, en algunos casos, filosófico. Además, es un autor que mezcla la narrativa moderna (con Poe, por ej, como antecedente) con la posmoderna, donde muchas veces plantea la imposibilidad de la ficción (o también podría decirse "las infinitas posibilidades de la ficción"). Ahí es donde su literatura se vuelve autoreferencial y a mi...¡me encanta!. Hay que leer lo último de auster: Invisible creo que se llama. Saludos y felicitaciones por el blog!!!!!!

    19 de enero de 2010 21:08

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  5. Continuando con Auster:

    L y yo nos casamos en 1974. Nuestro hijo nació en 1977, y al año siguiente ya había terminado nuestro matrimonio. Pero todo eso importa poco ahora, salvo para localizar el escenario de un incidente que ocurrió en la primavera de 1980.
    L y yo vivíamos entonces en Brooklyn, a tres o cuatro manzanas de distancia, y nuestro hijo dividía su tiempo entre los dos departamentos. Una mañana, yo había ido a casa de L para recoger a Daniel y llevarlo al colegio. No me acuerdo si entré en el edificio o si Daniel bajó las escaleras solo, pero recuerdo con claridad que, cuando ya nos íbamos, L abrió la ventana de su apartamento en el tercer piso para echarme dinero. Tampoco me acuerdo de por qué lo hizo. Quizá quería que echara una moneda en el parquímetro; quizá yo tenía que hacerle algún recado, no lo sé. Lo único que se me ha quedado grabado es la ventana abierta y la imagen de una moneda de diez centavos volando por el aire. La veo con tal claridad que es casi como si hubiera estudiado fotografías de ese instante, como si la moneda formara parte de un sueño recurrente que yo hubiera tenido desde entonces.
    Pero la moneda de diez centavos chocó contra la rama de un árbol, y se rompió la curva descendente que describía camino de mi mano.
    La moneda rebotó contra el árbol, aterrizó sin ruido por allí cerca y se esfumó. Me acuerdo de haberme agachado a buscarla, removiendo las hojas y las ramas al pie del árbol, pero los diez centavos no aparecieron por ninguna parte.
    Puedo fechar este incidente a principios de la primavera porque sé que más tarde, el mismo día, asistí a un partido de béisbol en el Shea Stadium: el partido que inauguraba la temporada. Un amigo mío había conseguido entradas, y generosamente me había invitado a acompañarlo. Yo no había estado nunca en el primer partido de la temporada, y recuerdo bien la ocasión.
    Llegamos temprano (parece que había que recoger las entradas en alguna taquilla) y, mientras mi amigo hacía la gestión, yo lo esperaba en uno de los accesos del estadio. No se veía un alma. Me refugié en un hueco para encender un cigarro (aquel día hacía mucho viento), y allí, en el suelo, a un palmo de mi pie, estaban los diez centavos. Me agaché, los cogí y me los metí en el bolsillo. Por absurdo que pueda parecer, tuve la certeza de que eran los mismos diez centavos que había perdido en Brooklyn esa mañana. El cuaderno rojo. Paul Auster.

    Lo que importa es la historia, o la forma en que esta contada, el detalle de movimiento, sensaciones que acompañan a una historia que cada uno de nosotros tratará de hacer coincidir con alguna de su historia personal... seguramente

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  6. Stellita, un placer tenerte por acá, mejor no pensemos en los psicólogos jajjaa
    anónimo,seguiré visitando tu blog, gracias por pasar por acá.
    Mariel, cualquier espacio es bueno para opinar jeje
    pipimax, gracias! magnífico fragmento y es cierto, lo importante es coincidir.

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