27 de febrero de 2010

la noche que las estrellas lloraron



Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar los astros y los mares

Vicente Huidobro


Como un suicidio altruista decidí arrojarme al vacío en nombre de mis tres hermanos a quienes por fin alguien los oiría. Debí sacrificarme por ellos pero sin ellos, simplemente para que alguien les preguntara. Qué pasó con Javier, por qué se suicidó? Y en la respuesta, sencillamente, estaría justificado mi sacrificio.
La señora Betty nos había adoptado con el propósito de darnos una vida mejor. Eso nunca ocurrió. Desde que llegamos al piso de la Avenida Coronel Diaz no hicimos más que trabajar, pegar botones en pantalones vaqueros y coser bolsillos. Nunca pudimos decirle mamá, si bien no habíamos tenido ninguna -ya que los cuatro habíamos sido depositados en el hogar sistemáticamente- podíamos imaginarnos mas o menos de que se trataba. Una vez vi una película en donde una madre besaba a su hijo antes de dormir, le acomodaba la manta y se iba de su habitación casi en puntitas de pie. Yo soñaba con ese gesto para mi y para mis hermanos. Eso pensamos cuando vimos a la Sra Betty tan entusiasmada por llevarnos. Pasamos los controles sociales y partimos con aquella viuda que parecía tan prometedora.
El tiempo pasó y allí estábamos por infinita vez limpiando el piso 17 de donde vivíamos, para luego encerrarnos en un cuarto a coser prendas hasta la madrugada.
Por suerte había una ventana. Una ventana a esa altura no significaba peligro excepto para alguien que decidiera saltar. Yo no decidí saltar sino llamar la atención. Saltar sólo era un medio para libererar a mi familia. Mi familia eran mis tres hermanos. David, Carlos Ester y yo. Me pareció responsable tomar la decisión a mi ya que era el más grande. Tenía 12 años y siempre había cuidado de ellos.
Esperé a que se durmieran, estábamos acostumbrados al agotamiento así que todo sucedió muy rápido. No pensé en cómo iba a morir, sólo en proteger a mis hermanos. Luego sonreí, sabía que sería yo el que los besaría cada noche luego que ellos se durmieran. Por fin me arrojé al vacío, era una noche tibia llena de estrellas y ese fue mi último recuerdo.

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